Sereno

El viento del oeste estuvo soplando toda la tarde a una fuerza descomunal, tanto así que creaba una muralla para todo aquel que deseara avanzar por la ruta. Por supuesto, yo era uno de ellos. Apenas podía hacer que los pedales giraran para moverme, haciendo que un trayecto de 30 minutos se convirtiera en uno de una hora y media. Aún así, llegué.

La noche caía y la pequeña cabaña era abrazada con pasión por la oscuridad. Su tamaño ayudaba a ésta situación, ya que las misma no tendría más de 3x3 y debía dormir ahí, lugar que no se veía muy cómodo. Sumando que estaba lleno de herramientas de jardín, leñadores y otras que no llegaba a identificar para qué eran. Aparentemente el perro no les parecía suficiente guardia, y eso que era un pitbull enorme con una mandíbula que parecía una trampa de osos, y por eso me contrataron. No me pagaban mucho pero era lo suficiente para cubrir algunos gastos necesarios.

La primera noche no pude dormir.

Me dijeron que dejara a Rocco, así se llamaba el pitbull, dentro junto conmigo, achicando aún más el espacio de la cabaña cobertizo. No ladro en ningún momento pero aún así yo estuve con la guardia en alto toda la noche, era incapaz de pegar un párpado por más de unos minutos. Y dentro de un par de horas debía volver a ese lugar para mí segunda noche de trabajo, la cual esperaba que fuera más fácil que la primera.

Eso no sucedió.

El viento volvía a estar en mi contra pero esa vez se me hizo más ligero. Quizás por el hecho de hacer el trayecto de vuelta a casa dos veces ya. Tal vez me estaba acostumbrando. Aún así, demoré una hora para llegar al cobertizo ubicado en un pequeño monte donde estaba construyendo un complejo de cabañas para alquilar. O ese era el plan, ya que recién estaba empezando e iban por la parte de tirar los árboles y arreglar el terreno para la construcción. Esa primera parte, según lo que habían dicho, duraría de unos 7 a 10 días y esos días, serían lo que yo trabajaría.

La noche era más cálida que la anterior, la brisa hacía que los árboles tocaran una nana para mi. El sonido de sus hojas se mecían de lado a lado sobre el cobertizo y mis párpados caían lentamente, mientras la respiración de Rocco era suave y acompañaba la dulce melodía de la brisa. Todo a mi alrededor colaboraba para que esa noche me durmiera tranquilamente, y por suerte sucedió...; hasta que un estruendoso golpe contra la pared que estaba junto a mi cabeza me despertó. Me levanté rápidamente, destrabé la puerta y salí. Rocco gruñía, las hojas se mecían, el pasto danzaba suavemente, la brisa silbaba al pasar por mi bicicleta encadenada. Mi entorno estaba calmado, no lucía como si alguien anduviera cerca. Aún así, caminé alrededor del cobertizo buscando a alguien...o algo. Fue aliviador no hallar nada, aunque me causaba intriga y un poco de miedo, pero no el suficiente como para quitarme el sueño. Entré nuevamente al cobertizo y me volví a dormir.

La luz se colaba por debajo de la puerta y ya sonaban las primeras voces en llegar. Me había quedado dormido. Era momento de levantarme y sacar las herramientas, luego de eso podía volver a casa.

Decidí hacer una pequeña fogata ya que había luna llena esa noche. Además de que había llevado unas verduras y varios tipos de panes para cenar. Quizás podrías ser la primera noche que durmiera placenteramente sin ser interrumpido.

Estaba profundamente dormido, las sábanas del lugar anteriormente no eran tan suaves, me causaban un cosquilleo placentero. Eran como suaves caricias de un amante. Aunque las mismas eran interrumpidas por pequeños pinchazos acompañados de un ardor. A cada segundo se volvía peor...

Pinchazo. Ardor. Pinchazo. Ardor. Pinchazo. Ardor. Pinchazo. Ardor...

Me desperté conmocionado, con la respiración agitada y mi cuerpo me ardía totalmente. Rocco arañaba la puerta para poder huir. Sacudí mí cabeza, hice fuerza para ver hasta que mi visión se adaptó a la oscuridad y no entendía lo que veía. El cobertizo estaba atiborrado en hormigas rojas, parecían una masa amorfa debido a la cantidad que había de ellas. Se movían en conjunto por las paredes, el suelo, sobre mí y Rocco. Me paré rápidamente, la masa llegaba hasta mis tobillos y eran pequeñas apuñaladas que dolían como cientos de quemaduras. Los aullidos y llantos de Rocco se ahogaban en las paredes llenas de hormigas. El cobertizo estaba acolchado por las mismas. Empecé a sacudirme para quitármelas de encima y me dirigí a la puerta, la destrabé y pudimos salir. Estando afuera me comencé a sacudir bruscamente mientras que Rocco se arrastraba en el piso por la picazón dolorosa. Yo movía mis brazos, mis piernas, el cuello, ya que no sabía cómo quitarme el ardor del cuerpo. Comencé mover la cabeza. Las sentía en mi pelo. Debería parece un perro en ese momento, mi cabeza iba rotando mientras la movía de lado a lado, cerré los ojos y bufaba.

Abrí lo ojos. Rocco me miraba desconcertado pero moviendo la cola. Me acerqué al cobertizo. No había nada. Empecé a recorrer mi cuerpo con la mirada al mismo tiempo que lo registraba con las manos. No había ronchas, ardor, ni siquiera señales de que algo se hubiera posado encima mío. Rocco, lucía feliz. Quizás pensaba que íbamos a dar un paseo nocturno. Tal vez movía la cola porque ya se podía ver el alba. Comencé a sacar todo del cobertizo.

Ya era mi última noche trabajando, luego no debería volver más. Tampoco lo deseaba. Simplemente llegué y me acosté. Rocco lucía un tanto inquieto pero no importaba, faltan horas para que todo se terminara.

Un ruido estruendoso me despertó. Estaban sacudiendo la puerta. Alguien quería entrar. Rocco comenzó a ladra y yo tomé una cuchilla de las herramientas. Abrí la puerta rápidamente y salí con el perro. Giramos alrededor del cobertizo con mucha precaución. No había nadie. ¿Cómo podía ser? ¿Tan rápidos eran como para huir sin dejar rastro y sin que Rocco los llegase a olfatear de alguna manera? No tenía sentido pero darle vueltas evitaría que me durmiera. Simplemente entré a Rocco y me acosté. Mi corazón latía a toda velocidad y mi mente daba saltos entre pensamientos sobre qué acababa de pasar, y qué había pasado los días anteriores. No podía ser que me estuvieran gastando una broma en ese momento, además ¿Quién lo haría? Entre tantas ideas, terminé dormido pero no duró mucho.

Roccó con sus ladridos me despertó. El perro lucía desesperado, sus ojos estaban desorbitados, soltaba demasiada baba al ladrar y arañaba la puerta como nunca antes lo había hecho. Se abalanzó sobre mí, arañándome pero sin morderme. Rocco estaba asustado y yo aún más. Me lo saqué de encima con un empujón, se golpeó contra unas herramientas y se reincorporó para seguir saltándome pero antes que lo hiciera fui hacia la puerta. Rocco me saltó por la espalda y me rasgó toda mi camiseta, dejando una herida profunda en mi piel. Al abrir la puerta caí sobre el pasto y Rocco saltó por encima mío, huyendo despavorido. Grité pero no sirvió de nada, el perro ya se había ido. Me giré para sentarme en el césped desconcertado de lo que había pasado, a la misma vez que lidiaba con el dolor de mi espalda. Rocco había huido y yo debía esperar haber si volvía.

No sé cuánto tiempo lo esperé pero no volvió.

Entré al cobertizo. Me acosté boca abajo y sentencié el sueño rápidamente. Al despertarme oí algo. Era un pequeño movimiento sobre el techo del cobertizo, al mismo tiempo que sonaba las paredes porque algo se deslizaba por ellas y un ruido metálico adornaba todo el entorno sonoro a mí alrededor. De la nada, reinó el silencio. Sólo la brisa se hacía presente en la noche. Las hojas de los árboles, el pasto y el silbido del viento. Nada más. Era extraño. La luz del alba no se veía por debajo de la puerta y estaba seguro que ya debía ser hora para que apareciera la misma. Me levanté lentamente debido al dolor de mis espalda. El colchón estaba manchado con sangre, al parecer me había girado mientras dormía y mi camiseta rasgada se pegó a mis heridas. Con pasos torpes me acerqué a la puerta, la destrabé e intenté abrirla. No podía hacerlo. Empecé a sacudirla y nada. Estaba trancada de alguna manera. Mi corazón se empezó a acelerar, mis ojos a ponerse vidriosos y mi cuerpo a temblar. Mi mirada saltaba por todo el cobertizo y justo me la encontré: El hacha. La tomé con toda prisa y me incliné sobre la puerta. 

Primer hachazo. El segundo. El tercero. 

Sentía como brotaba la sangre de mi espalda, a la vez que mi cabeza intentaba responderse que estaba pasando. No podía sentir alivió en ese momento pero cada hachazo me dejaba un poco más en libertad. Era el último hachazo para salir pero ésta chocó contra algo metálico. El sonido inundo todo el cobertizo, incluso diría que el monte. El golpe recorrió todo mi cuerpo y lo dejó adolorido. Las lágrimas volvían a brotar. Me giré hacia la pared...

Un hachazo. Dos hachazos. Tres hachazos. Cuatro hachazos. Cinco hachazos. Golpe frío. Ruido agobiante.

Me giré hacia la otra pared. Sucedió exactamente lo mismo.

La última pared. Se repitió la situación.

Miré el techo. Me paré sobre unas cajas y le di un par de hachazos. Otra vez esa maldita placa metálica.

Me largué a llorar sobre la cama. La sangre empezaba a brotar a caudales de mi espalda. Sentía que el cualquier momento me iba a desvanecer...

"¿Qué voy a hacer?" me preguntaba.

Miré el techo nuevamente. Podía ver el metal a través del agujero. Miré el metal por cada agujero que había hecho. Luego dirigí la mirada hacia mis manos, estaban sangrando. Respiré hondo y cerré los ojos.

Sólo podía estar sereno y ver que iba a suceder luego.



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Bueno ¿Cómo va, gente?
He decidido experimentar un poco más en el blog. Así que trataré de subir narraciones con un ritmo seguido. La idea es publicar una por semana, si pudiera subir más genial pero ese es el ritmo que deseo mantener.
Todo ésto es para practicar y para mantener éste lugar vivo.
Sólo eso.
Que tengáis buena semana.

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