Good Job.
Whiplash.
Más de uno ha transcitado el sendero de un sueño o una meta, cayendo y volviéndose a levantar, buscando diferentes avances para aferrarse a los mismos y no caer en el desaliento, sabiendo que hay que sacrificar diferentes cuestiones para ver los frutos de un esfuerzo.
Ésto, Chazelle lo tiene muy claro, siendo un baterista de Jazz durante la secundaria y con un profesor de carácter muy fuerte. Así fue que Chazelle fue cultivando un gran amor por la música pero sin nunca olvidar que no tenía el talento para ser un gran músico, así fue como acabó en su primer amor: el cine.
¡Qué buena decisión! ¿No?
Whiplash es el segundo largometraje escrito y dirigido por el joven Estado Unidense, marcando ya su sendero que va a transitar en sus películas: El Jazz y la vida de los artistas. Como vimos en La La Land, su más reciente película pero estamos aquí por Whiplash.
Whiplash entra de fondo en la vida de un joven baterista llamado Andrew —Chazelle inspirándose en su vida, genial— que estudia en el conservatorio Shaffer, uno de los mejores del país. Ahí es donde conoce a un ambicioso, descontrolado, furioso e implacable músico llamado Terrence Fletcher. De ésta manera comienza la historia de éstos dos prometedores músicos, uno queriendo convertirse en un gran baterista y el otro llevando al chico a los límites para sacar su máximo potencial.
La obra entiende como debe romper estereotipos de las películas sobre artistas. Quitando y pisoteando sueños, donde el esfuerzo y la confianza hacen a los buenos músicos pero ser un imbécil no lleva a nada. Así se van formando las relaciones de la película o la relación más importante, alumno-profesor. Andrew como el inservible baterista y Fletcher como el desquiciado director de orquesta. Transitando un viaje colmado de música y un trabajo psicológico hablando del éxito, donde la línea de la grandeza de ser un músico excepcional y diferentes trastornos por la presión y estrés es muy delgada.
Ésta cita será un tanto imbécil o vista como "¿En serio realizas esa cita de mierda?", pues sí lo hago. El filme de Chazelle me recuerda a la frase de una serie animada un tanto estúpida pero entretenida, en la cual el protagonista decía:
"Hasta que duela"
Sí, esa bendita e inservible cita estuvo durante mucho tiempo en mi cabeza al ver la película. Como Andrew va empujando sus propios límites y a cada escalón que sube acarrea un nuevo padecimiento físico y otro mental, sabiendo que hay que dejar cuerpo y mente en ello para poder siquiera ver la cima, aún así, su sufrimiento es inmenso, incluso llega a ser atroz verlo practicar pero sumamente bello a la vez. Sí, aparece ese contraste, donde cae el sudor y cada gota que va apareciendo en su cuerpo es una muestra de esfuerzo, al mismo tiempo que las gotas que van mostrando presencia en sus manos de a poco con cada golpe se van tornando en un tono carmesí que dejan ver el sufrimiento, la pasión y lo que significa para él el Jazz. Un rotundo grito de "Hasta que duela". Aquí es donde Damien juega con su montaje, manejando tiempo, planos y encuadres teniendo en cuenta lo estrepitosa que es la batería de Andrew, que sí, es sumamente bello oírlo pero el poder que deja en ella brinda un contraste, en el cual un simple plano no serviría, así que Chazelle realiza un montaje mezclando pequeñas secuencias, planos detalles, primeros planos, cortes rápidos adecuados al ritmo de la pieza que están tocando. Con éste juego logra que las piezas sean transmitidas visualmente también, además de contrastar cuando no están tocando, es como si la cámara bailara al ritmo de las canciones.
A pesar de toda su magia musical; la guía del éxito y la genialidad; sus sueños y el esfuerzo, el filme nunca despega los pies de la Tierra, entiende que aquel que no se esfuerza no avanza y la más mínima debilidad puede dejarte expuesto, donde el dolor, la frustración y la posibilidad del abandono están en un constante combate con tu persistencia. Lamentablemente no se queda ahí, Chazelle da por entender lo que viven la mayoría de músicos en sus inicios: Una familia que desea el éxito.
Con esa primicia Chazelle no nos da un discurso rimbombante, lleno de esplendor y esfuerzo. No. Simplemente nos brinda una par de escenas donde se ve que Andrew y su materia son menos que deportistas y personas estudiando carreras "reales". Estando en una sombra que sólo desaparecerá con los reflectores del éxito y la genialidad. Lo deja en claro en cada escena que aparece el padre de Andrew y en la única que se ve a la familia del mismo.
Con esa primicia Chazelle no nos da un discurso rimbombante, lleno de esplendor y esfuerzo. No. Simplemente nos brinda una par de escenas donde se ve que Andrew y su materia son menos que deportistas y personas estudiando carreras "reales". Estando en una sombra que sólo desaparecerá con los reflectores del éxito y la genialidad. Lo deja en claro en cada escena que aparece el padre de Andrew y en la única que se ve a la familia del mismo.
Así Whiplash te enamora, te hace vivir el el Jazz durante todo el largometraje, dándole un granito de arena, aportando mediante lo visual en la música, brindando una historia donde no sabemos si logra o no su cometido pero nos deja en claro que lo intentó, lo vivió al máximo. Whiplash desea que entres en su mundo mediante la música y la cámara, donde muchas veces no hay nada que decir, sólo algo que ver y oír. Contemplar el esfuerzo, porque como dice en La La Land, el Jazz es para vivirlo, no sólo oírlo, el Jazz es un género que debe ser visto en vivo, ya que cada músico está en su propio mundo. Whiplash inicia ésta filosofía, dejando en claro que el Jazz es sumamente duro. Y no hay la de hacer un "Buen trabajo", cada error es catastrófico y debe ser arreglado, así es la vida. Los errores que se dejan pasar se convierten en costumbres y luego esos costumbres son realmente complicadas de erradicar.
Ved Whiplash.
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